miércoles, septiembre 21, 2005

1992: 6ta Parte...La Mala y La Loca


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(aqui tiene un temita de Free para que escuchen mientras leen)

LA MALA

Cuando llegue a Valdivia en marzo, traía entre mis cosas una foto de mi pareja llamada Lily. Ella se quedo triste en Santiago y en nuestros últimos minutos juntos me deseó lo mejor, suerte, reiteró su cariño y nos dimos un beso largísimo, un abrazo y una mirada en donde se leía que nuestro tiempo juntos había pasado…pero no dijimos nada y oficialmente seguimos siendo pareja.

Llevaba un poco mas de un mes radicado y ya se había solidificado en mí la firme intención de terminar el romance. El problema era que no me decidía a hacer la llamada. Cuando llegaba al teléfono publico (por que la dueña de la pensión no prestaba el fono, menos en largas distancias) algo me decía que mejor la llamaba otro día, que probablemente no se encontraba en casa o que seguramente estaba ocupada. Lo único que hacía era dilatar la famosa llamada y trataba de justificarme de cualquier manera, como cuando depositaba las monedas, marcaba el número y al segundo “ring” colgaba rápidamente. Me decía a mi mismo que lo había intentado y no me contestó…llamaría al otro día…y así y así.


Un día miércoles, mes y medio después de llegar al sur, el cartero dejo en la pensión un sobre con mi nombre. Al leer las primeras líneas me di cuenta que la Lily me había ganado el “quien vive” y, siendo más veloz que yo, me mandó de paseo, no sin reiterar sus mejores deseos. Fue una sensación extraña:

1. Por un lado me ahorraba la llamada y obligarme a comenzar una conversación que es siempre difícil de enrielar.
2. No vería mermado mi escaso presupuesto de estudiante, ya que a $100 los tres minutos (eso costaba en 1992 una larga distancia) y considerando que estos temas llevan tiempo, temía gastarme el equivalente a varios pasajes de micro.
3. Finalmente me incomodó de sobremanera estar en la trinchera que recibe el bombardeo (después ya me acostumbraría) y que hubiera terminado por medio de una simple carta. Al poco tiempo ya no me importó, pero envidié la economía del recurso usado, además de cuestionarme el no haber pensado primero en esa solución.

A la Lily no la vi ni supe de ella nunca más, pero aún guardo su foto en una caja en donde pernoctan los recuerdos de “otras personas”.


LA LOCA

En una fiesta, acompañado de “Gato” Rebolledo, conocía a la GLORIA. Alta, valdiviana, estudiante de 3ro medio. Fue un encuentro casual que debía durar lo que duran las casualidades. Pero duro lo que duran las calamidades.

Llevaba mi carné de identidad (CI) en el bolsillo de la camisa y en un descuido se fue de paseo al suelo. La Gloria lo tomo, lo miro y me lo devolvió. Lo puse en su lugar y todo siguió feliz. Al finalizar la noche y en el beso y abrazo final, me pide mi teléfono. Yo, que simplemente no sirvo para dar números falsos y menos aún para decir que NO, le dicte el n° de la pensión. No esperaba que llamara y si eventuálmente lo hacia, cortar a alguien a quien apenas conoces es tarea fácil.

Ese mismo domingo me llama pidiendo que nos juntemos en una cita. Me tocaba hablara a mi y cuando estaba a punto de decirle que mi interés se había esfumado con el primer bostezo de la mañana, ella agrega:

- Así te entrego ti CI.

Primero no entendí a que se refería…luego en una reacción casi eléctrica comencé a golpearme los múltiples bolsillos de mi ropa (como si el CI sonara) y recordé que la última vez que lo vi fue en el bolsillo de la camisa.

- ¿De verdad lo tienes tu?...creo recordar que me lo devolviste.
- Si…pero luego lo volví a sacar.
- ¿Y para que?
- Para estar segura que nos juntaríamos otra vez. (aquí pueden intercalar música de la película Psicosis).
- ¡Espera!...¡no cuelgues!... ¡¡no cuelgues!!.

No necesitaba ver la camisa usada esa noche, ya la tenía en la ropa sucia y estaba seguro haberla revisado. Efectivamente no había nada. No requerí de más pruebas, mi CI estaba en manos de una niña muy rara. Tomé el auricular:

- ¿Cuándo?¿Donde?
- En la plaza a las 19:00 hrs.


Le conté al Gato, se rió…mucho…después trate de convencerlo de que fuera él a la cita. Que le dijera que me habían atropellado o enfermado grave y que necesitaba mi CI para poder recibir los beneficios que daba el Hospital a los estudiantes. Dudo que algo así existiera, pero estaba seguro que, en ese aspecto, ella era tan ignorante como yo. Claro…el gato no me pescó, así que a las 19:00 me encontré con la Gloria. Llegue enojado, pidiendo ni carné antes que nada y simulando un feo dolor de estomago que me impediría quedarme más tiempo. No me creyó y me dejo ir libremente, pero negándose rotundamente a regresarme el trozo de plástico, aduciendo que me lo pasaría cuando me sintiera lo suficientemente bien como para salir con ella.

Pude hacer un escándalo, gritarle lo loca que estaba, zamarrearla, amenazarla, pero había mucha gente alrededor y lo cierto es que daba lo mismo lo que yo dijera, ella habría armado un bullicio mayor, acusándome de tocarla, violarla o quizás de cosas peores, quedando muy mal parado y…sin mi CI.

Por esas casualidades de la vida, al día siguiente (lunes) mi amigo y compañero “Villa” me dice que su polola va los domingos, martes y jueves depuse de misa, a un grupo juvenil parroquial y que allí una niña llamada Gloria había mostrado mi CI a quien lo quisiera ver, anunciando que había “tirado” conmigo, que yo era universitario y bonito (mi modestia se ve terriblemente afectada por decir esto, pero es necesario para el desarrollo de la historia) y, en prueba de que quería verla otra vez, YO le había entregado mi CI.

Agradeciendo a Dios por tener a alguien conocido en ese grupo, tomé una hoja y rápidamente redacté una carta (o nota más bien), en donde le daba el corte sin rodeos y le solicitaba la liberación de su rehén. Compré un sobre, metí la carta y se la pasé al “Villa” para que se la entregara a su polola y ésta, a su vez, a la loca. (a mi me dieron un corte por carta en una relación formal…me daba lo mismo que a alguien, especialmente la Gloria, le pareciera mal que usara ese medio para mandarla a la chucha…si, a esas alturas ya únicamente me satisfacía mandarla a la chucha, por loca).

No recibí más llamadas y 4 o 5 días después aparece el “Villa” con un sobre. Lo abrí, esperando sacar y abrazar en un orgasmo de felicidad y jubilo a mi “dear” CI. Pero venía muerto, la talibana lo asesinó. Cayó en pequeños pedacitos, como confeti duro y pesado. También venía una nota de la cual solo recuerdo un pasaje: “…donde te vea te voy a agarrar y decirte un par de verdades…”

En los días siguientes me sentía perseguido…espirituado por decirlo de alguna forma. Valdivia es chico y las probabilidades de encontrarse con alguien son altas. Felizmente para mí y tristemente para ésta historia, no la volví a ver, hasta 2 años después.

Estaba esperando micro al interior de la U. Venía junto a un grupo de amigas. La reconocí de inmediato, no había cambiado mucho. La sangre se me heló y hasta pensé en correr, pero no lo hice, igual que los conejos cuando los encandila un foco de cazador. Cruzamos nuestras miradas solo una fracción de segundo y siguió su camino. Cuando uno cree ver a alguien conocido en una mirada rápida, entonces vuelve a mirar, está vez más atentamente, buscando algo que nos lleve a decir -“lo conozco”-, pero no hubo segunda mirada…sonreí ampliamente y me felicité por usar el pelo largo y desordenado, casi marañoso, no como en 1992 en donde parecía una postal de niño-bueno-de-pelo-corto.


PALOMO

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